Hace cosa de un año, tuve esta idea de hacer una serie de bodegones donde el concepto girara alrededor de un solo color. En cuestión de cinco meses conseguí hacer estos cuatro: Lima-limón, naranja, rosa y azul.
Originalmente, el lima-limón tenía una luz homogénea como el resto y, por supuesto, todo era amarillo. Pero esta prueba de última hora con una botella y unas cuantas golosinas de ese mismo tono verde, hicieron que descartara por completo la idea de uno solo amarillo (al menos de la forma en que lo tenía planteado originalmente) y me quedara con este de dos colores. No quise dejarlo fuera de la serie solo porque mi cuadriculada mente no contemplara esta excepción. A este lo llamo "el clásico", por ese claroscuro tan pictórico.
El naranja sí que respeta esta idea. Básicamente, es todo naranja. Aquí aún no tenía un concepto más allá de capturar el color de una forma bonita (como diría una madre). Pero me gusta, me da la sensación de que todo está en equilibrio y donde debe estar (según yo). Por eso lo llamo "el armónico".
De aquí pasé al rosa. Aquí ya sí tenía un concepto, quería que fuera el más excesivo, manteniendo siempre cierto minimalismo y que tuviera coherencia con el resto de la serie. Se me ocurrió la idea de que girara en torno a uno de mis grandes enemigos y adicciones, el azúcar, pero colocándolo en un plano casi sagrado, equiparándolo a algo que representara (sobre todo por mi Sevilla natal) la deidad: La Virgen.
Este es bodegón de la felicidad y fantasía que nos provoca esta adicción. Algo que nos engaña y quiere el mal para nosotros. Azúcar mala, azúcar rica. Azúcar kitsch.
(PD. Para la tranquilidad del lector, he conseguido superar mi adicción al azúcar. Soy un hombre nuevo.)
El resultado es este mundo tan edulcorado en el que la propia Hello Kitty se arrancaría su lazo de la orejita y se asfixiaría a sí misma por no poder soportarlo más. Y yo que me alegro.
A la pobre Alicia le dieron una merienda no apta para menores, pero la pobrecita a estas alturas de la historia ya lo había visto todo y estaba en plan "matadme ya, por favor". Las pastillitas azules le ayudarían a superar mejor el trago.
El principal problema a la hora de poder hacer este bodegón fue ingeniármelas para conseguir una taza partida por la mitad con un líquido dentro (o algo que pareciera líquido). Fui a una alfarera de mi ciudad a hacerle el encargo, pero la cosa quedó en nada. Entonces, un buen amigo mío y mejor dentista, Loren, me partió una taza por la mitad con su equipo y rellenó la taza de una pasta que normalmente se usa para hacer férulas. El resultado no pudo ser más gratificante. Era justo lo que estaba buscando. (¡¡Gracias, Loren!!)
Estos y otros pensamientos me rondaron por la cabeza para llevar a cabo estas fotos que ilustran el artículo. Mi idea es continuar con esta serie con otros colores, a medida que encuentre los objetos que necesito para las ideas que se me pasan por la cabeza.
Están todos disponibles a la venta en mi página de Society6. Podéis encontrarlos aquí.